viernes, 22 de julio de 2011

Si pudiera volver atrás…

Experiencia es el nombre que le damos a nuestras equivocaciones.
Oscar Wilde

En una tienda de regalos…
- ¡Maestra, qué gusto verla!, ¿Cómo ha estado?
- ¡Hola Esther! ¿Cómo está?
- ¡Ay maestra jamás olvidaré lo linda que se portó usted con nosotros cuando recién llegamos de Querétaro!, usted era maestra de USAER en aquella primaria, cuando mi Dani tenía 13 años, gracias a usted mijo aprendió a poner su nombre, jamás olvidaré cuando bailó en el festival del 20 de noviembre, ¿se acuerda maestra, cuando le pusimos los bigotes y no se los quería quitar?, pues ahora ya tiene los propios.



En un soliloquio momentáneo recordé las adecuaciones tan interesantes que hacía con Dani, evoqué varios episodios de los ajustes que realizaba al interior del aula, por ejemplo, cuando el maestro de sexto de primaria estaba viendo el tema de los polígonos regulares (pentágono, hexágono, etc.), Dani recortaba cuadrados, círculos y triángulos, los reconocía, los pintaba y se sentía integrado, o como por ejemplo, cuando en el grupo se estaba trabajando con Historia de México, entonces Dani reconocía el mapa, a Pancho Villa y conocía brevemente que había existido una lucha; él gritaba feliz disfrazado de revolucionario ¡Viva México!.
Siempre me he jactado de ser una persona sumamente comprometida con mi labor y por lo tanto, el expediente reflejaba una serie de acciones a través de muchísima información, que emergía de aquellas extenuantes reuniones interdisciplinarias, en éstos expedientes se podía encontrar datos como la condición física y de salud de Dani, datos específicos de su familia, antecedentes escolares, estilos de aprendizaje, aportaciones de la psicóloga, del trabajador social, acuerdos establecidos, entre muchas otras reseñas, (parecían expedientes del seguro social). Total, que a partir de esas “grandiosas reuniones interdisciplinarias”, se consideró trabajar la lectoescritura con Dani, que aprendiera a escribir su nombre, que se integrara a su salón de clases con sus compañeros, bueno, ese era mi objetivo, pero los demás miembros del equipo tenían los suyos, por ejemplo, la maestra de comunicación llevaba con la señora todo un programa bien establecido en donde Dani y su mami hacían ejercicios de articulación, pues Dani pronunciaba de manera errónea la erre y muchas sílabas trabadas.
- Y dígame Esther, ¿Cómo está Dani, qué está haciendo?
- Pues cómo iba a estar, muy mal maestra, casi igual que como usted lo dejó hace 7 años, yo ando muy triste, fíjese que estoy muy enferma, no sé cuánto me quede de vida, y no sé qué va a pasar con Dani cuando yo le falte, mi hermana y mi tía me dicen que me vaya para allá, para Querétaro, que me ayudan a cuidar de mi Dani, pero maestra, ¡mi pobre hijo no sabe hacer nada!, ya ve, no sigue una conversación, le habla y le habla uno y me sale con otra cosa, todavía no sabe ni ir a la tienda; si tan siquiera supiera hacer algo, pues pudiera ayudar en la tienda de mi hermana, así por lo menos no le agarraría mi ausencia tan difícil.
Este encuentro me permitió despertar la idea de una forma de atención distinta y plantear la vida, no desde dentro del salón de clases, sino de la importancia de traspasar las cuatro paredes de la escuela.
- ¡Qué pena Esther, tengo que reconocer que me equivoqué en las expectativas de Dani!, yo pensé que hacer adecuaciones curriculares era lo que Dani necesitaba, aprender a leer y escribir y, por querer lograr esa meta perdí un tiempo valiosísimo.
- Pero… ¿cómo que perdió tiempo?, si mi Dani sabe escribir su nombre y estuvo muy contento con todo lo que hizo ese año.
- ¡Ay Esther, usted no sabe lo mal que me siento!, aunque en aquella época yo creía que estaba haciendo lo correcto, ahora sé que Dani debía aprender cosas más valiosas que le permitiera enfrentar la vida cómo ahora lo necesita. Y es que lo que Dani necesitaba no era escribir las letras en las que tanto tiempo de enseñanza yo invertía, sino que lo que necesitaba era aprender…a vivir!. ¡Sí, aprender a vivir!; aunque no supiera diferenciar entre un triángulo y un círculo, aunque no supiera ubicar en un mapa el país de México.
- Pues si es cierto maestra, hubiera sido muy bueno que mi Dani aprendiera cosas que necesita para poder vivir, o sea con mi ayuda, pero no tanta, fíjese que ahorita nomás quiere que le compre cuadernos de carros para colorear, pero maestra, ¡pos pintando no se mantiene uno!.
Entendí entonces lo inútil que fue la realización de expedientes, ¡la cantidad de tiempo que tomó conformarlo!, el tiempo invertido en la aplicación de los test, en la realización de entrevistas con la familia, en realizar los registros de las reuniones; la cantidad de información sobre los antecedentes escolares, de salud, etc.
Al hacerlos tan pormenorizados perdí la idea medular, y es que al estar tan concentrados en éstos, se obstaculizó por mucho la creatividad y el sentido común, pues no implementé herramientas necesarias para que Dani, al tener discapacidad intelectual, pudiera manejar, poco a poco, su propia vida a través de los aspectos más cotidianos y sencillos.
Lo que se tenía que trabajar con Dani era la preparación para adquirir control sobre su propia vida, era necesario HACER UN PROYECTO DE VIDA, partiendo de la posibilidad de minimizar el nivel de dependencia, esto quiere decir que una persona pueda ser capaz de administrar sus propios asuntos, participar en las actividades diarias y ordinarias de la comunidad y realizar una amplia variedad de funciones sociales con éxito, además, que pueda tomas sus decisiones, ejercer la auto – determinación y, así, ir reduciendo su dependencia física y psicológica de otras personas.
Esto incluye una serie de actividades concretas, como por ejemplo utilizar el teléfono de la casa y poder llamar a un familiar, seguir una conversación, hacerse cargo de todo lo referente a su aseo y presentación personal, preparar sus alimentos, comer de una manera socialmente aceptable, limpiar y acomodar una casa, realizar sencillas compras, entre otras muchas actividades más.
Perdí la oportunidad de enseñarle a Dani cosas tan importantes como establecer relaciones y buscar la compañía de personas que le atraen, hacer uso de su tiempo libre, salir con amigos al cine, al parque, a la cafetería, etc.
Todo ello le hubiera permitido sobrevivir en Querétaro con sus tías e inclusive se podría haber determinado las preferencias y habilidades para que en un futuro no muy lejano, se desempeñara en un determinado empleo o autoempleo… pero sobretodo enseñarle a Dani a ser feliz, que es sin duda la premisa más importante.
Bueno, con el tiempo, esta vivencia (a la que prefiero no ajustarla a alguna teoría o darle un nombre), me ha permitido modificar el sentido de mi labor, he transformado mis paradigmas y enfoques referentes a la educación especial y, aunque posiblemente no puedo enmendar, ni volver el tiempo atrás, sí puedo proceder de manera distinta con la seguridad que da la experiencia, que no es otra cosa que la acumulación de errores meditados como lo que aquí comparto.

Carla Zazil Santoyo Parroquín.
Docente del Centro de Actualización del Magisterio de Chihuahua
Julio 2012

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